Describe el concepto y
beneficios principales
de la agroforestería y las
posibilidades de incluir sus
prácticas en la producción
agroecológica.
Con objeto de aumentar la calidad ambiental de los paisajes agrarios y la calidad de los alimentos, se han propuesto diversos mecanismos de ecologización o reverdecimiento de la agricultura. Las medidas propuestas incluyen tanto el aumento de las infraestructuras ecológicas en las fincas agrícolas como la disminución de los insumos.
En los últimos años se ha producido un estancamiento en los rendimientos de los grandes cultivos, con algunas evidencias incluso de disminución como consecuencia del cambio climático y la recurrencia creciente de eventos climatológicos extremos (olas de calor, largas sequías…), lo que parece traerá consigo la necesidad de nuevas tierras agrícolas en el mundo. Para abastecer de alimentos al aumento de la población en este siglo, la producción debería ser, al menos, del doble. Sin embargo, la superficie agrícola no podrá aumentar en la misma proporción si queremos seguir manteniendo los usos del suelo de producción de alimentos y combustible al mismo tiempo que proteger el medio ambiente y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Frente a la disyuntiva de bien priorizar la agricultura de baja intensidad, a costa aumentar la superficie cultivada, o intensificar la agricultura para limitar la superficie cultivada y maximizar la superficie dedicada a fines ecológicos, se sitúa la propuesta de la intensificación ecológica, que persigue aumentar el rendimiento de la tierra a través de un mejor aprovechamiento de los recursos propios de la misma. Este mejor aprovechamiento de los recursos propios se consigue a través de la priorización/optimización de los procesos ecológicos, o mediante el uso inteligente e intensivo de las funciones de soporte y regulación naturales del ecosistema manejando eficientemente la biodiversidad, la energía solar y los ciclos biogeoquímicos.
Entre las propuestas de intensificación ecológica se encuentran los sistemas agroforestales que combinan deliberadamente en un mismo terreno diferentes estratos vegetales, originando una serie de interacciones de competencia y/o facilitación, que manejadas correctamente pueden aumentar la producción del sistema. Aunque existen diversas propuestas de clasificación de los sistemas y prácticas agroforestales, los 2 tipos más comunes son los sistemas silvopastorales, que combinan pasto, ganado y arbolado, y los sistemas silvoarables, que combinan cultivos anuales intercalados con líneas de árboles.
Los beneficios de los sistemas agroforestales están ampliamente detallados en la literatura científica. El arbolado contribuye a aumentar la calidad del suelo, tanto por su contribución al control de la erosión del suelo, como por el aporte de nutrientes con el desfronde. La disminución de las temperaturas extremas además de beneficiar al estrato herbáceo es un elemento clave para el bienestar animal. Y para el rendimiento económico de las explotaciones ganaderas, dado que la reducción del estrés térmico (por frío o calor) en los animales reduce significativa su consumo energético (alimento).
Además el consumo de ramas y frutos (e.g. bellotas) de árboles y arbustos, además del suplemento alimenticio, contribuyen a disminuir el nivel de infecciones gastrointestinales en el ganado.
La presencia del arbolado tiene además consecuencias ambientales como es el incremento la biodiversidad, tanto a nivel de árbol individual como a escala de parcela y de paisaje, por incrementar la diversidad de hábitats en el medio agrícola, mediante la creación de zonas de transición (ecotonos). Otro beneficio bien descrito es el control de la lixiviación [2] de nutrientes.
Los sistemas agroforestales muestran mayor capacidad de secuestro de carbono que los monocultivos (o pastos abiertos), por la contribución adicional del arbolado al C fijado en la biomasa y en el suelo, contribuyendo así a la mitigación del cambio climático. Por otro lado, el carbono adicional fijado en el suelo aumenta la capacidad de retención de agua en el suelo, y la sombra del arbolado reduce la demanda evaporativa de la atmósfera y amortigua las temperaturas extremas que experimenta el estrato herbáceo, aumentando de esta forma la eficiencia del sistema en el uso del agua, factor clave en la adaptación al cambio climático.
En la dehesa se ha documentado que los árboles tienen un papel importante en la estabilización de la producción de pasto frente a la fuerte variabilidad estacional e
interanual. A pesar de las mejoras genéticas que todavía se están haciendo en muchos cultivos, como los cereales, los cada vez más frecuentes episodios de sequía durante la elongación del tallo y de estrés térmico durante las fases de formación y llenado del grano, determinan que en la última década se haya estancado la productividad de estos cultivos. Se han encontrado mejores rendimiento de cebada en cultivos intercalados en plantaciones de nogales que en monocultivos adyacentes del centro español (Toledo), explicado por las menores temperaturas alcanzadas en episodios precoces de calor (abril), que afectan fundamentalmente a la fase de formación de grano.
A pesar de los múltiples beneficios productivos y ambientales asociados a los sistemas agroforestales, la competencia entre estratos es también importante y en muchos casos hace inviable económicamente muchas combinaciones agroforestales. La arquitectura de las especies implicadas, tanto aérea como radicular, su fenología y su capacidad de competencia por los recursos son de máxima importancia en la elección de las especies y sistemas más apropiados de manejo. Es importante que las especies no coincidan en explorar la misma zona radicular o tengan ciclos productivos contrastados. La densidad del arbolado también es importante, debiendo ser normalmente baja.
A pesar de los beneficios que proporcionan este tipo de sistemas, la adopción de nuevas prácticas agroforestales entre propietarios y agricultores es aún escasa en Europa, quizás con la excepción de Francia. En España la situación tampoco es buena, ni para los sistemas novedosos como los sistemas silvoagricolas que combinan la plantación de árboles para madera de calidad con cultivos anuales en las calles como para los sistemas tradicionales como la dehesa.
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