En los últimos años han proliferado los proyectos de ganadería intensiva en Europa en general y en nuestro país muy en particular. Las granjas intensivas consisten en grandes instalaciones altamente tecnificadas donde se hacinan animales con el fin de conseguir la máxima producción de carne en el mínimo tiempo posible, sin ninguna atención sobre
la calidad de la carne producida ni sobre los impactos ambientales, sociales o sanitarios de esta forma de producción. La alta tecnificación hace que este tipo de instalaciones, conocidas como macrogranjas, generen muy pocos puestos de empleo (del orden de un trabajador a jornada completa por cada 5000 cerdos). Por otro lado, el hacinamiento de tantos animales provoca severos impactos ambientales tales como la contaminación de las aguas por nitratos, la contaminación de suelos por la alta concentración de purines, la asfaltización y sellado de tierras fértiles, o el ingente gasto de agua.